SOLO Y PERDIDO
(Fernando Lalana)
LAS HISTORIAS DE RAMÓN CAGÓN Y RENATA JABATA 5
Mi primo Ramón por cualquier bobada se asusta, se ofusca, se come las uñas, se come los codos, se come los mocos, se agarra al sillón. Si oye un ruido extraño chilla como un loro, croa como un sapo; los ojos, muy rojos, gordotes, saltones, de camaleón. En cambio, yo nunca me asusto. Soy la prima de Ramón, me llamo Renata y no me da miedo ni tirarme al fondo de una catarata.
HOY: SOLO Y PERDIDO
Mi primo Ramón las pasa de aúpa cuando, con la clase, vamos de excursión. O cuando don Luis, nuestro profesor, nos lleva al teatro a ver una función. Tiene miedo de perderse y, por culpa de ese miedo, hasta le vienen mareos, y le dan sofocos y casi parece que se vuelve loco. ¡Qué exageración!
Pero para todo hay una razón: Mi primo Ramón, cuando era pequeño, una vez se perdió. Salió de paseo conmigo y con un amigo que se llama Juan, mi hermano Julián, su padre y mi padre. Como era domingo, nos fuimos al parque. Llegamos al lago. Mirando los patos se quedó Ramón. Los demás, andando, riendo, charlando y jugando al balón, nos fuimos marchando, hasta que alguien dijo: ¿Dónde está Ramón?. Deprisa y corriendo volvimos al lago, pero ya no estaba.
El muy insensato, cuando se vio solo, corrió como un bobo así, sin ton ni son. Y habría llegado tal vez a Hong-Kong si no es por un guardia de la circulación.
-¡Alto ahí! ¡Detente! –le dijo el agente-. ¡Quieto! ¿Adónde vas? ¿Y dónde demonios están tus papás?
-¡No volveré a verlos ya nunca jamás! –gritó Ramón, asustado-. Me han dejado aquí tirado, como un calcetín usado, como un chupa-chups chupado, como el triste cucurucho de un helado derretido.
-O sea, que te has perdido.
-Sí señor. Más perdido, que el Atleti en el último partido, que le metieron seis goles.
-Vamos, vamos, no me llores. Tranquilízate chaval, que conmigo estás a salvo.
Y entonces, oyó mi voz, que de lejos lo llamaba.
-¡Pero Ramón...! ¿Aquí estabas? ¿Dónde te habías metido?
-¡Renata! ¡Que tremenda alegría, prima mía!
Se sintió tan contento y feliz y me abrazó tan fuerte, que se puede decir que tuve suerte de que no me rompiese la nariz.
-Soy una calamidad, prima Renata –me confesó Ramón-. No tengo solución. ¡Siempre meto la pata!
LA SOLUCIÓN
¡Claro que hay solución! Perderse mientras vas de paseo con tus papás o cuando haces una "salida" con tu colegio, es cuestión de despiste. No es algo inevitable, que nos vaya a ocurrir aunque no queramos. No debes tener miedo a perderte si estás atento y no haces cosas raras.
Pero si, a pesar de todo, te pierdes, lo que no debes hacer es echarte a correr sin ton ni son, como Ramón. ¡Eso, nunca! Quédate quieto y tranquilo, sin moverte del sitio. Cuando te echen de menos, regresarán a buscarte.
Y si ves pasar a un guardia, pídele ayuda sin dudarlo. Los policías son nuestros amigos.
Mi primo Ramón por cualquier bobada se asusta, se ofusca, se come las uñas, se come los codos, se come los mocos, se agarra al sillón. Si oye un ruido extraño chilla como un loro, croa como un sapo; los ojos, muy rojos, gordotes, saltones, de camaleón. En cambio, yo nunca me asusto. Soy la prima de Ramón, me llamo Renata y no me da miedo ni tirarme al fondo de una catarata.
HOY: SOLO Y PERDIDO
Mi primo Ramón las pasa de aúpa cuando, con la clase, vamos de excursión. O cuando don Luis, nuestro profesor, nos lleva al teatro a ver una función. Tiene miedo de perderse y, por culpa de ese miedo, hasta le vienen mareos, y le dan sofocos y casi parece que se vuelve loco. ¡Qué exageración!
Pero para todo hay una razón: Mi primo Ramón, cuando era pequeño, una vez se perdió. Salió de paseo conmigo y con un amigo que se llama Juan, mi hermano Julián, su padre y mi padre. Como era domingo, nos fuimos al parque. Llegamos al lago. Mirando los patos se quedó Ramón. Los demás, andando, riendo, charlando y jugando al balón, nos fuimos marchando, hasta que alguien dijo: ¿Dónde está Ramón?. Deprisa y corriendo volvimos al lago, pero ya no estaba.
El muy insensato, cuando se vio solo, corrió como un bobo así, sin ton ni son. Y habría llegado tal vez a Hong-Kong si no es por un guardia de la circulación.
-¡Alto ahí! ¡Detente! –le dijo el agente-. ¡Quieto! ¿Adónde vas? ¿Y dónde demonios están tus papás?
-¡No volveré a verlos ya nunca jamás! –gritó Ramón, asustado-. Me han dejado aquí tirado, como un calcetín usado, como un chupa-chups chupado, como el triste cucurucho de un helado derretido.
-O sea, que te has perdido.
-Sí señor. Más perdido, que el Atleti en el último partido, que le metieron seis goles.
-Vamos, vamos, no me llores. Tranquilízate chaval, que conmigo estás a salvo.
Y entonces, oyó mi voz, que de lejos lo llamaba.
-¡Pero Ramón...! ¿Aquí estabas? ¿Dónde te habías metido?
-¡Renata! ¡Que tremenda alegría, prima mía!
Se sintió tan contento y feliz y me abrazó tan fuerte, que se puede decir que tuve suerte de que no me rompiese la nariz.
-Soy una calamidad, prima Renata –me confesó Ramón-. No tengo solución. ¡Siempre meto la pata!
LA SOLUCIÓN
¡Claro que hay solución! Perderse mientras vas de paseo con tus papás o cuando haces una "salida" con tu colegio, es cuestión de despiste. No es algo inevitable, que nos vaya a ocurrir aunque no queramos. No debes tener miedo a perderte si estás atento y no haces cosas raras.
Pero si, a pesar de todo, te pierdes, lo que no debes hacer es echarte a correr sin ton ni son, como Ramón. ¡Eso, nunca! Quédate quieto y tranquilo, sin moverte del sitio. Cuando te echen de menos, regresarán a buscarte.
Y si ves pasar a un guardia, pídele ayuda sin dudarlo. Los policías son nuestros amigos.